Dentro de los Libros de Texto, de los cuadernos de trabajo, aparecen las cosas más inverosímiles. Todas ellas justificables por la edad y el contexto.

Inicio estos objetos con las ORACIONES PARA EMPEZAR Y TERMINAR LAS CLASES EN LOS COLEGIOS DE PP. ESCOLAPIOS.

Os aseguro que no me acordaba en absoluto de estas prácticas piadosas, hasta que las he leido y mi neurona rampante se ha iluminado como portada de la feria. «A tu amparo y protección, Madre de Dios acudimos,…» ¿Os suena?
Estaba impreso en un díptico, por el orden en que publico.

Los profesores, hacían uso de unas cartillas donde repasaban los asistentes a clase, tomando nota de los ausentes, y también apuntaban las calificaciones de preguntas en clase y de los exámenes. Aquí os dejo un par de hojas

Yo hablaba mucho. Sobre todo cuando no debía hacerlo. Y por eso me castigaban mucho. He aquí una muestra de un castigo, teniendo que escribir 10 veces la conjugación completa del verbo hablar.

No solo hablaba, sino que además tocaba ¡pena de colegios de varones y no mixtos! Y un compañero cachondo, me quiso resolver el castigo de escribir 10 veces el verbo tocar. ¿Alguno reconoce su letra?

Pero para los curas también yo tenía mis virtudes. Por eso me daban una cartulina donde apuntar los logros y fracasos de mi vida espiritual. También ha aparecido por aquí.


Habían otras cartulinas más domésticas. Como las de apuntar el peso. Eran publicitarias de productos farmacéuticos tales como OKAL, el lenitivo del dolor, y las milagrosas píldoras Zeninas. ¡Lástima que no las podamos comprar en estos momentos seniles!

Por terminar con las cartulinas, ha aparecido una de promoción de venta de motocicletas a unos precios de 1958. El precio al contado de la de 65 cc era de unos 70 €, el Impuesto de Lujo no llegaba a 12 €, algo más de 3 € la matriculación y otros suplidos, y el incremento de los gastos de transporte unos 42 cts. de €. Total, unos 85 € ¡dónde vamos a parar!

También aparecen cosas de inexplicable valor hoy en día, tal como eran los envoltorios de caramelos. Esto me trae a la memoria los caramelos que regalaban en La Casa de las Galletas, de la plaza del Pan, y el establecimiento que tenía Mauri en la calle Francos, llegando a Placentines. El olor de aquella tienda y de los chicles presentados en bolas de colores y tamaños distintos que vendían, se me ha quedado en un rincón de la pituitaria.

Otras envueltas muy cotizadas eran las de «papel de plata», que repasábamos con la uña para pulirlos pero con cuidado de no romperlos. Habitualmente envolvían onzas de chocolate y chocolatinas. Aquí encuentro una onza elaborada con cacao español ¡Ay del Imperio!

Y en su interior un cromo.

Y qué decir de las colecciones de cromos. Una de ellas fue la de HISTORIA NATURAL. Aquí aparece un cromo del Álbum nº 2.

También era común entonces coleccionar sellos. Tal vez por eso aparecen estos ejemplares en el interior de alguno de mis libros.


Regresando a cosas específicas del Colegio, aporto un dibujo firmado por Don Rafael Spínola. Como podrán comprobar la fecha tiene que ver con momentos delicados en el dearrollo de nuestras hormonas (consulten si no la entrada de Libros de Texto y en especial la de Religión de 5º de Bachiller, 1962-63) Pero Rafael estaba subyugado por la BB. O algo así. Los demás, también.


Había algún que otro cura que diariamente hacía oposiciones a Miraflores. Por ejemplo el P. Gerardo Sch. P. y sus vales de millones de puntos que repartía entre la chiquillería y que supuestamente servían para eximirte de realizar algún castigo. Este que conservo no es de mucho valor: solo de 100.000.

Y dejo para el final las excentricidades del P. Luis Abella Sch. P. Nos dio Historia en 4º de Bachiller. De ese curso es el siguiente documento.

Después en 6º fue el profesor de Historia del Arte y de la Cultura. A pesar de que teníamos dos años más de edad, la parafernalia era la misma que en 4º. De 6º conservo estas maravillas (el lápiz y la goma son actuales)

El nombrado «Secretario» por el P. Luis, debía disponer sobre su mesa, antes de su llegada: una hojita de papel donde apuntar a quienes no se comportaban acorde con las reglas establecidas (aquí está apuntado Martín Ortiz) y en la que figuraba la firma del profesor; lápiz (de grafito) y goma de borrar blanda. Remataba la puesta en escena la presencia de la musa (de la Historia) Clío y su hija Cliíto.

La ventolera se remataba con los escudos que debíamos tener prendidos en nuestra ropa, de conformidad con la nota que sacábamos: una flor de lis para la «aristocracia». A ella pertenecían los alumnos que lograban las notas más elevadas. Estas no podían superar el 9, ya que el 10 solo le correspondía a él. Y la inferior que eran unas cadenas, para los «esclavos» o clase social inferior entre todas. Como poco tenían un 1, ya que nunca ponía un 0, porque «al menos sabríamos poner nuestro nombre…» Por enmedio existía la clase de la burguesía, creo que para los notables y no sé si también la de la plebe, para los simplemente aprobados. Lo que tampoco recuerdo eran los símbolos que había que dibujar en el identificador. Seguro que más de uno se acuerda.