Eso de tomar mantecaos y una copita de anís es consustancial a los días de festejos navideños. Y hacerlo con amigos, es imprescindible para que la felicidad sea mayor.
Por eso se pensó la oportunidad de reabrir «Casa Yebra» y reunirnos allí algunos individuos de reconocido jubileo, y otros que trabajan por vicio, para cantar y beber.
Don Alfonso Carlos Ramos quería obsequiar al anfitrión, un ejemplar de la novela de intriga «El asesino de la regañá» de Don Julio Muñoz Gijón, firmado por el autor, por aquello de que el afamado local de Don José Yebra, aparece en tal escrito. Pero, al parecer, Don Julio está de viaje y no ha podido ser.
Se compraron las viandas, líquidas y sólidas, en un supermercado cercano con la desilusión de no haber encontrado una botella de…
¿Alguien tiene el anuncio cantado con la interpretación de la orquesta del maestro Tejada? ¿La música era de Carmelo Larrea, el de «Están clavadas dos cruces en el monte del olvido…» y la letra de Camilo Murillo?
Yo os puedo ofrecer un anuncio, de un concurso o sorteo, con un extrañísimo premio de 60 millones 4 mil pesetas. Anuncio, por cierto (cágate lorito) de 1948, mirusté.
Quedamos en la esquina de calle Boteros con Cabeza del Rey Don Pedro, frente a la esquina con Alhóndiga, lugar del agasajo.
De izquierda a derecha se encuentran Don Francisco Senra, Don Andrés Palma, Don Alfonso Carlos Ramos, Don Manuel Camacho, Don José Yebra, Don José Ruesga, Don Eduardo Felipe Guija y Don Paulino García. Más tarde se agregaría Don José Luis Rodríguez.
Aquí, los mismos, con la adición de Don José Colado, que estaba haciendo la foto anterior y la sustracción de Don Francisco Senra, que estaba haciendo la foto.
Don José Yebra nos hizo el honor de ponerse el mandil, impoluto, y atender a todo el mundo desde detrás de la barra.
Él toma coñac, como los hombres.
Tal vez por creer a pie juntillas el slogan del cartel de la pared de su local.
Los demás, aquejados de una diversidad de dolencias de difícil descripción en tan corto espacio, anís dulce. E incluso hubo quién tomó una «palomita» a pesar de no haber anís seco.
Don Paulino García y Don Manuel Camacho, en primer plano, miran con devoción el altar mayor de la bodega: sus barriles tras el bodeguero. Don Eduardo Felipe Guija hace uso de las tecnologías más modernas, Don Andrés Palma hace sonar la pandereta, jaleado por Don José Ruesga y, fuera de plano y de sí, Don Francisco Senra canta:
Y todos corean:
Preso de los vapores etílicos, Don Francisco Senra, insiste:
Y los demás también:
Las puertas a la calle cerradas y la solera de las paredes del local, imprimen un carácter de clandestinidad, a lo Chicago años 30, de difícil superación.
No contentos con tan buen rato, la mayoría de los anisados se fueron a almorzar en el entorno de la Alfalfa.
Hasta el año que viene, ¡Si Dios quiere!